Tres recientes artículos científicos han retomado el debate sobre un tema que desde hace siempre ve confrontarse a la ciencia y la religión: el desarrollo de la humanidad desde la prehistoria hasta hoy.
Ciencia
“La historia siguió trayectorias distintas para diferentes pueblos debido a las diferencias existentes en los entornos de los pueblos, no debido a diferencias biológicas entre los propios pueblos” (Jared Diamond)
“Lo que los comunistas reprochamos a los cristianos no es el ser seguidores de Cristo, sino precisamente el no serlo” [Machovec, citado por Rius, en “Jesús alias el Cristo”]
La infinidad real no es ni puramente mecánica ni completamente aleatoria, sino que es una unidad dialéctica de los opuestos: lo nuevo y lo viejo, la novedad y la repetición, el caos y el orden, aleatoria y determinista, casualidad y necesidad. Este infinito es un proceso evolutivo de desarrollo y el cambio dialéctico, con patrones y tendencias, pero sin repetición exacta; un proceso de transformación de la cantidad en calidad, y de nuevo en la cantidad.
Publicamos a continuación la introducción del camarada mexicano David García Colín Carrillo a nuestra edición de Formaciones Económicas Precapitalistas (también conocido como formas de propiedad precapitalistas o “formen”). En este extracto de sus manuscritos, Marx analiza la comunidad originaria dando una visión multilineal del materialismo histórico dialectico. Aquí y en la carta a la revolucionaria rusa Zasúlich, que completa esta edición, Marx vincula al socialismo la sobrevivencia de la comunidad originaria, que podrá hacer de esta un elemento de superioridad sobre los países capitalistas desarrollados.
Desde los albores de la civilización, los seres humanos se han preguntado sobre la forma en que funciona el mundo natural que les rodea y de su propio lugar en el universo. A través de un largo proceso de investigación a través de milenios, la humanidad ha construido una comprensión muy amplia de la naturaleza y el cosmos. Cada generación sucesiva ha ampliado el horizonte de nuestro conocimiento y en el proceso se ha extendido a los límites del Universo conocido.
A los seres humanos nos gusta suponer que lo que nos define como especie está en nuestro cerebro enorme y sofisticado. Es natural quedarse maravillado por un órgano de menos de kilo y medio que contiene cerca de cien mil millones de neuronas, capaz de cobrar consciencia de sí mismo. Pero se trata de un prejuicio idealista que pone la realidad patas arriba. El cerebro no es tanto lo que nos hace humanos sino uno de los resultados de lo que nos hizo humanos.
La tendencia a pensar dialécticamente – a mirar la realidad en su movimiento, como una red interconectada de procesos- estaba presente en los primeros filósofos griegos que platearon su maravillosa filosofía hace casi dos mil quinientos años, quizá porque en ellos la división social del trabajo no había petrificado su forma de pensar y porque vivían en un mundo turbulento lleno de tensiones y movimiento político. La tendencia dialéctica fue representada, sobre todo, por Heráclito que en uno de sus aforismos más bellos escribió: “Bajamos y no bajamos a los mismos ríos, nosotros mismos somos y no somos” que expresa la idea de flujo y contradicción inmanente a todo lo existente.
¿Qué es el valor? Esta cuestión ha ocupado la mente humana desde hace más de 2.000 años. Los economistas burgueses clásicos trataron el tema, al igual que lo hizo Marx. Después de muchas deliberaciones, llegaron a la idea correcta de que el trabajo era la fuente del valor. Esto, entonces, se convirtió en una piedra angular de la economía política burguesa, empezando por Adam Smith. Sobre esta cuestión, había puntos en común entre Marx y los economistas burgueses clásicos.
Reflexiones sobre las Tesis sobre Feuerbach
No sólo pensamos con nuestro cerebro, sino con todo nuestro cuerpo. El pensamiento debe ser visto, no como una actividad aislada ("el espíritu en la máquina"), sino como parte de toda la experiencia humana, de la actividad sensorial humana y de la interacción con el mundo y con otras personas. Debe ser visto como parte de este complejo proceso de interacción permanente, y no como una actividad aislada que está yuxtapuesta mecánicamente a él.
Las increíbles estructuras arquitectónicas de Göbekli-Tepe, al sudeste de Turquía, son las construcciones megalíticas más antiguas conocidas hasta ahora. Se trata de pilares de piedra caliza –que podrían llegar hasta 200- de hasta 5, 5 metros de altura y hasta 400 toneladas de peso, organizados en forma de T y circunscritos por otros pilares en unos 20 círculos. Su antigüedad se remonta hasta hace más de 11 mil años. No se sabe a ciencia cierta si se trata de un templo, un cementerio, un observatorio o un centro habitacional; aunque la interpretación más usual es que se trata de un centro ceremonial. Su descubrimiento reciente (se empezó a escavar en 1994 pero no fue sino a inicios de este siglo que se descubrió las magnitudes del hallazgo) ha significado un acontecimiento de gran relevancia arqueológica porque no se creía que las sociedades del neolítico temprano –más cazadoras recolectoras que agricultoras - fueran capaces de crear este tipo de estructuras tan sofisticadas, que requieren de una población numerosa y coordinada. Evidentemente todo tipo de hipótesis se han presentado para tratar de explicar esta impresionante construcción. La teoría de Marx, nos parece, puede arrojar mucha luz al respecto.
La oposición “cultura occidental” vs “cultura oriental” representa un cliché académico con el que se intenta demostrar, la mayoría de las veces, una gran profundidad donde existe un colosal vacío o, peor aún, un contenido reaccionario1. Generalmente se entiende por cultura occidental un conjunto de valores democráticos, racionales, individualistas, heredados de la Grecia antigua - que se remontan, quizá, más atrás con los fenicios-. Dado que estos valores corresponden con la sociedad contemporánea, se desprende la conclusión de que los griegos debieron ser especialmente inteligentes en comparación con los pueblos del despotismo oriental y que nuestra “felicidad” se la debemos al gran idealismo de los griegos, a grandes valores que serán retomados durante el renacimiento y la ilustración.